LA PLAZA

Tan sano el trabajo como bueno el ajo

De fuerte aroma y sabor, el ajo es indispensable en nuestras cocinas. Sus beneficios son numerosos, casi tantos como años tiene su historia.

Cuentan los estudiosos que allá por el año 3000 antes de Cristo ya había quienes comían ajo por la India y el antiguo Egipto. Es más, parece ser que los esclavos egipcios que construyeron las pirámides tenían una ración cada día de ajos para estar bien físicamente. Existen escritos que sitúan el origen de este alimento en torno al 5000 a.C., lo que la convierte en una de las plantas que han sido cultivadas desde hace más tiempo. Su uso era más medicinal que otra cosa. No es de extrañar: sus propiedades y beneficios ya a nadie asombran.

 

Ajo, cebolla y limón, y déjate de inyección.

 

Buen dicho popular español que habla de las bondades de los ajos. Desde tiempos inmemoriales se han usado para suavizar los dolores de cabeza, tratar úlceras, neutralizar venenos y curar todo tipo de infecciones. Los ajos contienen alicina, un compuesto responsable de las mayoría de propiedades saludables que aportan al organismo. Libera sus beneficios cuando se pica el ajo, se machaca o simplemente se mastica. Contienen muy pocas calorías, unas 28 por pieza, y, sin embargo, un gran surtido de vitaminas, fibra y minerales esenciales. Es un antibiótico natural y un gran remedio para frenar las diarreas, los problemas del estómago y la presión arterial alta.

 

Es recomendable que se consuman en crudo, ya que al cocerlos pueden perder parte de sus propiedades.

 

Algunos expertos hablan incluso de tomarlos en ayunas para potenciar sus beneficios. Según dicen, así desintoxican el organismo y previenen enfermedades como el cáncer, la diabetes o la depresión. Sabemos que el olor puede echarte para atrás, por eso te contamos algún truco. Por ejemplo, puedes combatir ese mal aliento que se te queda tras consumirlo masticando una hojita de menta o tomando un poco de zumo de limón. ¡Que nada te frene!

 

Los tipos y variedades de los ajos son diversos. En primer lugar se pueden clasificar según la dureza de su cuello. Los de cuello duro tienen entre cuatro y doce dientes por bulbo y no suelen almacenarse bien, ya que echan raíces con rapidez. Por el contrario, los de cuello blando pueden almacenarse sin problemas hasta ocho meses y tienen entre 10 y 40 dientes por pieza. No obstante, la clasificación más común es la que viene dada por el color del alimento:

 

  • Ajos blancos. Son los más tradicionales. Buena conservación, sabor suave y dientes carnosos.
  • Ajos negros. Se podría decir que son ajos blancos normales pero que por un proceso de fermentación han envejecido a altas temperaturas desarrollando su característico color negro. Potencian las propiedades de los ajos blancos y tienen un sabor muy peculiar.
  • Ajos morados. También muy comunes. De sabor suave con un ligero toque picante. Gran calidad y sabor.
  • Ajos rosados. Son de los más fuertes. Conocidos como ajos de bruja o ajos culebra, se recolectan en invierno.

 

Comer ajo y beber vino no es desatino. Si es que el refranero español no puede ser más sabio. Un alimento con infinidad de propiedades y multitud de usos. Y tú, ¿qué vas a aderezar hoy con un surtido de ajos?