LA PLAZA

De vaca o buey, siempre solomillo

Carnes hay muchas, pero ¿cuál es la mejor? Pregunta de difícil respuesta, pero está claro que el solomillo forma parte de la realeza.

Un buen corte de solomillo humeante. A la parrilla y con sus brasas, al horno y en hojaldre. De mil maneras diferentes. ¿No se te hace la boca agua? Lógico y normal. Estás ante uno de los cortes más preciados de las carnes de vaca y buey.

 

El solomillo es el rey indiscutible. ¿Qué hace que sea una carne tan bien valorada?

 

Digamos que el solomillo es una carne formada por tres músculos de poco trabajo en el vacuno. ¿Qué significa esto? Que la carne es mucho más tierna, con muy poca grasa y poco tejido intermuscular, por lo que se despega muy bien de los músculos. En peso puede alcanzar los dos o tres kilos si es de un animal adulto, aunque lo habitual es encontrarlo en el mercado de un peso menor.

 

¿Sabes en cuántas partes se puede dividir el solomillo? Tres: cabeza, corazón y cola. De la cabeza podemos sacar unos buenos filetes. De la parte media salen el chateaubriand y los tournedos, los mejores cortes. Y del final salen sus jugosas puntas. ¡Qué delicia! Una absoluta fiesta gastronómica y que aporta un veinte por ciento de proteínas con multitud de aminoácidos esenciales para el buen mantenimiento de los tejidos. Se digiere muy bien y solo aporta 200 calorías por 100 gramos de producto. ¿Comemos?

 

Solomillo Wellington

 

Tanto hablar de solomillo nos ha abierto el apetito. A ti también, ¿no? Por eso hemos pensado que puede ser una gran idea ponernos a cocinar una receta fantástica. ¿Qué te parece un solomillo Wellington? Jugoso y delicioso. Un plato típico de eventos y fiestas como la Navidad. Toma nota, que empezamos ya.

 

Para su elaboración para seis personas necesitas una buena pieza de solomillo de vaca o de buey y de un kilogramo de peso aproximado. Tres chalotas –se pueden sustituir por media cebolla blanca–, 250 gramos de setas o champiñones, 100 gramos de paté de oca o pato de calidad, lonchas finas de jamón curado o panceta ahumada –¿por qué no ambas?–, una lámina de masa de hojaldre cuadrada, un huevo para pintar el hojaldre, sal, pimienta negra, mostaza y aceite.

 

Lo primero que debes hacer es limpiar de grasa el solomillo para que quede lo más magro posible. Luego secarlo bien, salpimentar y sellar a fuego fuerte en una sartén por todas sus partes. Con unos doce minutos bastará, así retendremos los jugos en su interior. Cuando temple un poco embadúrnalo bien en mostaza. Lo más indicado es mostaza de Dijon o antigua. ¡Solomillo listo!

 

Ahora vamos a hacer la farsa, que es lo que envuelve al solomillo antes del hojaldre. Pica bien las setas o champiñones y rehógalas con las chalotas en aceite hasta que esté todo pochadito. Salpimenta e incorpora el foie mezclando bien para que se integren todos los ingredientes. ¡Farsa lista!

 

El montaje es lo más sencillo. Coloca la lámina cuadrada de hojaldre en una superficie plana, cúbrela primero con las láminas de jamón y panceta, extiende la farsa y pon encima el solomillo. A continuación cierra el hojaldre y pon un poquito de agua en las uniones para que pegue bien. Se pone en una bandeja de horno y se pinta con huevo para que dore la superficie.

 

Con veinticinco minutos  –calor arriba y abajo– en el horno a 220 grados será suficiente. El punto exacto es cuando veas el hojaldre dorado y crujiente. Para un buen emplatado corta la pieza en medallones de buen grosor y acompaña de cebollitas glaseadas o una guarnición ligera de verduras. ¡Platazo!

 

Un buen plato de solomillo se merece la vajilla con más brillo. No nos digas que no es sencillo. ¡Ains, qué poco cuesta comer bien!