LA PLAZA

De la higuera, higos y brevas

Alimento de dioses. Una fruta repleta de misticismo con sabor muy original y unas propiedades sorprendentes. Abre paso al higo en tu nevera.

¿Sabías que el primer árbol que creció en el jardín del Edén fue una higuera según la biblia? ¿Y que el primer árbol que plantaron los españoles al descubrir Perú también fue una higuera? No es de extrañar. Este árbol y su sabroso fruto han estado ligados a la historia de la Humanidad. Tanto es así que en el Valle del Jordán se encontraron higos fosilizados que se cree son del año 12000 antes de Cristo. Rómulo y Remo –fundadores de Roma– fueron amamantados por una loba a la sombra de una higuera. Siddharta Gautama –o lo que es lo mismo, Buda– ideó el budismo también bajo este árbol milenario. Adán y Eva taparon sus vergüenzas con una hoja de higuera, y con hojas de higuera coronaban a los primeros campeones olímpicos. Hasta en las pirámides de Gizeh, en Egipto, hay grabadas imágenes de higos. Curioso, ¿verdad?

 

Bien, tras este bravo repaso por la historia, vamos a centrarnos en lo puramente gastronómico. El fruto de este mítico árbol debe ser especial, o mejor dicho, los frutos. Sí, sí. La higuera nos da dos frutos. Cuando empieza el verano nos ofrece las brevas, sabrosas, y ya bien entrados en agosto, la higuera da deliciosos y dulces higos, el producto estrella.      

 

Tipos de higos hay bastantes, aunque que sean comestibles tampoco tantos. En tu plaza de abasto de confianza podrás encontrar variedades de color blanco, colorado e incluso negros. Cada una con sus propias características, aunque todas riquísimas.

 

  • Higos blancos: sus tonalidades ocupan desde el blanco hasta el verde pasando por el dorado. Estos últimos suelen ser los más sabrosos. Destaca la variedad Kadota, procedente de Italia.
  • Higos colorados: de tonos rojizos y azulados.
  • Higos negros: su gama de color ocupa del rojo oscuro al negro. Los negros y púrpuras son especialmente apreciados.

 

Si su sabor ya los hace suficientemente atractivos, no son menos importantes sus grandes propiedades y beneficios para el organismo.

 

Por ejemplo, son extraordinarios para las épocas de calor. Su alto contenido en agua conseguirá mantenerte hidratado. Tienen mucho potasio y poco sodio, lo que los hace ideales para curar los problemas relacionados con el corazón. También poseen mucha fibra. Olvídate del estreñimiento y ten sano tu sistema digestivo. Tienen propiedades para luchar contra el reuma y con pequeños trastornos respiratorios como bronquitis o un exceso de mocos. Por si todo esto fuese poco, también son una buena fuente de antioxidantes naturales, que mantendrán tus células jóvenes y serán un buen freno a enfermedades como algunos tipos de cáncer.

 

Seguro que te han entrado ganas de ir a por un buen surtido de higos, ¿no? Vamos con algunos consejitos para que tu compra sea lo más satisfactoria posible.

 

Los higos frescos no son fáciles de encontrar fuera de zonas en las que se cultive. Esto es debido a que se trata de un fruto frágil y hay que tener especial cuidado para transportarlo, así como para conservarlo. Al elegirlos, fíjate bien en aquellas piezas libres de manchas marrones y escoge los que tengan una piel firme y tersa. Su olor debe ser exquisito. Recuerda que debes tenerlos guardados en frío y aún así no suelen aguantar más de tres o cuatro días.

 

La próxima vez que le pegues un bocado a un higo recuerda la historia que posee. Recorre con su sabor el origen de un árbol mítico. ¿Preparado? Ñam, ñam ¡póngame un par de higos más!