Con jamón y buen vino se anda el camino

Os vamos a contar algunas cosas sobre el jamón, nuestro jamón. Porque lo cierto es que es un alimento sano, cada vez más asequible y, sobre todo, muy de aquí. De esa dieta mediterránea que tanto nos gusta y tan saludable es para el cuerpo. El jamón, de hecho, es un sabor que nos acompaña desde la infancia. Forma parte de los recuerdos de nuestras vidas, ¿verdad?

Aunque parezca mentira, el jamón curado es menos calórico que el jamón cocido, un alimento que siempre se ha considerado más ligero. Y es que la cantidad de grasa que tiene el jamón es muy baja. Son ácidos grasos ‘insaturados’, como el aceite de oliva y las nueces.

Para entendernos, un tipo de grasa ‘buena’, de esas que protegen el corazón.

Aunque ello depende del tipo concreto de jamón, claro está. Mejor el jamón ibérico que el jamón serrano. El primero es el que se elabora del cerdo ibérico. El cochino ‘pata negra’: poco pelaje y hocico largo. Todo el día en el campo alimentándose de bellotas y pastos naturales, de ahí su inconfundible sabor. El serrano, por su parte, procede del cerdo de capa blanca. ¡Tampoco desmerece!

El consumo regular de jamón aporta hierro, vitaminas y minerales esenciales. Es bueno para nuestro sistema cardiovascular, casi tanto como el pescado azul. Es una fuente de proteínas. Además, debido a sus bajas grasas, es adecuado para dietas de adelgazamiento. ¿No es el alimento perfecto?

Eso sí, recomendaríamos su consumo moderado si seguimos una dieta baja en sal. Solo eso. Las personas con hipertensión deben tener cuidado con estas cosas, ya lo sabéis.

El jamón serrano no es solo un producto del que alimentarse. Es para disfrutarlo. Un alimento perfecto para incluir en la dieta, tanto por su sabor como por sus propiedades. Así que ya sabéis: jamón empezado, cada cual le tira un tajo.