LA PLAZA

Seta a la vista no crece ni pizca

Por su aroma o su sabor, las setas son uno de los grandes manjares del otoño. Su recogida es toda una experiencia. ¿Conoces las más comunes?

Cuando llega la temporada de lluvias, los bosques, prados y montes se convierten en el lugar de nacimiento de un alimento delicioso: las setas. En España es habitual ponerte un calzado cómodo, coger un bastón, la cesta de mimbre y una navajita para salir a pasear en busca de setas y cocinarlas después. No obstante, es una práctica arriesgada, ya que son muchos los ejemplares que no se pueden comer o no deberían. “Todas las setas son comestibles; algunas, una sola vez”, decía nuestra tía Francisquita. Para que no te quepa ninguna duda, vamos a hacer un repaso por cinco de las especies más comunes y te daremos algún consejillo para que disfrutes del otoño setero.

 

Son muchos los lugares en los que se pueden recoger setas. Desde el País Vasco y Navarra, allá por el hayedo de Altube o el Parque Natural de Gorbeia, hasta el andaluz Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, pasando por Soria, donde hay más de 150 tipos diferentes de hongos. Si te planteas salir a por setas, nada mejor que acudir en otoño. Es la época de máximo esplendor de este alimento. Baja el calor y aumenta la humedad del ambiente haciendo que crezcan sanas y deliciosas.

 

Ya lo dice el refrán: cuando en octubre llueve, el níscalo se mueve.

 

Si tienes dudas de si algunas setas son buenas o no, mejor que consultes a un profesional. Y si no dispones del tiempo suficiente para ir a buscarlas no te preocupes, que siempre puedes optar por comprarlas en tu plaza de confianza.

 

Vamos con las especies más conocidas y que te harán la boca agua. ¿Las hueles ya?

 

  • Champiñón silvestre. Tanto su sabor como su olor son extremadamente agradables. Es posiblemente la variedad más conocida en España. Empieza a aparecer en primavera y aguanta hasta el final del otoño, antes de que aparezcan las heladas. Su sombrero es de color blanco y sus láminas rosáceas.
  • Boleto comestible. Tiene nombres como hongo o calabaza. Toda una exquisitez en manos de los cocineros. Su textura y sabor dulzón la hacen una variedad única y muy apreciada. Se encuentra en bosques de encinas, hayas, coníferas y castaños.
  • Oronja. Su aspecto es bastante peculiar. El diámetro de su sombrero puede medir entre 8 y 25 centímetros en colores dorados y anaranjados. La amanita de los césares, así le llamaban en la antigua Roma. Un pueblo que sentía devoción por esta variedad. Cruda con un poco de aceite y sal está deliciosa.
  • Níscalo. Suele abundar en bosques de pinos jóvenes. Tiene un sabor delicioso y un aroma afrutado. Su color es rojo o naranja, aunque a medida que madura presenta zonas verdosas.
  • Parasol. De esta variedad solo se consume el sombrero. Su sabor a avellana es irresistible. Un gran comestible de olor agradable y gran tamaño.

 

Las setas deben consumirse en poco tiempo desde que se compran o recogen. También puedes guardarlas en la nevera para conservarlas durante un par de días. Y, por supuesto, las puedes congelar limpiándolas y secándolas bien antes.

 

Dicen que el buen setero no es aquel que llega con la cesta repleta, sino aquel que no deja huella de su paso por el sitio que visita. Te animamos a pasear por bosques y montes en busca de estos manjares. ¡Riquísimas!