LA PLAZA

De gazpacho me emborracho

Nutritivo, con sabor e ideal para los meses de calor. ¿Lo has adivinado? ¡Claro! Te contamos cositas sobre el gazpacho.

Está bueno. Sí, pero como el que hace mi abuela ninguno. Es posible que hayas escuchado esta frase alguna vez, o por qué no, que tú mismo la hayas dicho. Claro, todos sabemos que pocas recetas hay tan familiares como las de las croquetas o las del gazpacho casero. Secretos bien guardados, que pasan de generación en generación. En este post te venimos a hablar sobre el gazpacho. Rico, nutritivo y especial para esos meses de calor. ¡Viva el oro molido!

 

Todo un clásico de las sopas frías en la cocina mediterránea.

 

Su origen es bastante incierto. Ten en cuenta que antiguamente el pan era un bien que no escaseaba, pero tampoco sobraba. Era posible cocer pan una vez por semana y claro, había que aprovecharlo todo. Por eso, cuando se ponía duro, se remojaba en agua para poder sacarle partido. Los primeros gazpachos se remontan a la España dominada por el imperio musulmán. Pan, aceite, vinagre, ajo y almendras eran sus elementos principales. ¿Te suena de algo? Sí, como si de un ajoblanco se tratase. Dicen que el tomate no se incorporó a esta receta hasta el siglo XIX. Una receta que era capaz de alimentar a los jornaleros durante sus largos días calor y trabajo en las zonas de campo del interior de Andalucía.

 

Receta de gazpacho andaluz

 

Pedimos disculpas de antemano si no es como el de tu abuela, pero nos hace ilusión compartir contigo nuestra receta de gazpacho andaluz con una buena guarnición. Venga, toma nota de los ingredientes para aproximadamente ocho comensales.

 

Necesitarás unos seis tomates bien maduros tipo pera de tamaño mediano, un pimiento verde de igual medida, un pepino pequeño pelado, dos dientes de ajo, un poco de pan remojado en agua, 150 mililitros de un buen aceite de oliva, 75 mililitros de vinagre y un par de puñados de sal. ¡Fácil!

 

Lo primero de todo es trocear las verduras y pelar los tomates. Prepara un bol en el que meter todo, añade también el pan –previamente en remojo– e incorpora el aceite, la sal y el vinagre. Mano a la batidora y a triturar hasta que coja la textura deseada y un bonito color anaranjado. Es aconsejable pasar por el pasapuré para eliminar impurezas como la piel del pimiento o las pepitas que sueltan los tomates y el pepino. Echa agua fría para que no quede tan espeso y no se concentre tanto la sal. A la nevera y servir fresquito. ¡Riquísimo! Como truco especial, te aconsejamos que añadas un trozo de pimiento rojo. Así no solo conseguirás un mejor color, sino también que no te sepa ácido.

 

El gazpacho, como el salmorejo, suele tomarse con guarnición.

 

Aquí hay vía libre, aunque pega mucho tomatito, pimiento, huevo duro, cebolla y pepino todo fresco y bien picado. Que no falten unos dados de pan duro o un poco de jamón serrano. Eso sí, tampoco nos pasemos. Recuerda que el protagonismo del plato debe recaer en la sopa en sí. ¡Deliciosa!

 

Si eres de los más atrevidos, puedes probar con algunas de las mezclas menos tradicionales. Gazpachos que podría haber inventado el mismísimo Ferran Adrià. Gazpacho blanco, de fresa, sandía, remolacha, melón, espárragos o un sinfín más de opciones. ¿Cómo dicen? Quien no arriesga no gana.

 

Al pan, pan. Al vino, vino. Al gazpacho, pepino. ¿Y tú cómo haces el gazpacho? Venga, te guardamos el secreto.